Trozos. Una que otra, en el espacio entre hoja y hoja. Entre tierras, gramas, y la suma de ambos tirados por ahí:

miércoles, 30 de diciembre de 2009




Ni su condición ascética permitió soltar la cabeza de aquella mujer, y mucho menos abrir los ojos, mientras los labios de ella, perdidos con estertor en su rígido sexo, se llevaban las últimas gotas de libido antes de lanzarse a una vida de sotanas, confesiones y crucifijos.

martes, 8 de septiembre de 2009




Así no más, un idiota, enfermo de idiota, estaba pensando al medio de la calle. Se preguntaba el porqué diablos las ruedas de los autos se llaman ruedas y no rodas o rodines o rodadores. Incluso llegó a pensar porqué no se llamaban paditroncitos, tema que de tan complicado lo hacía poner cara de quién le echó azúcar al huevo frito.
No sería mucho el que el idiota fuera flaco, y mal vestido, por cierto. O su gorro multicolor con orejas tipo Batman, o su nariz con crema mal dispersa. Mas sí llamaba poderosamente la atención de todos el que estuviera descalzo. Sobre todo con la lluvia que azotaba el lugar esa tarde; ahí, en medio de la carretera, con autos, micros, camiones, furgones, marcianos disfrazados de mimos y, bueno, todo lo que va circulando. Pero sobre todo, lo más raro era el que sus pies descalzos sonaran como tacos. Chucha, eso nadie lo entendía.
Como sea, el idiota de pronto comenzó a avanzar. Aunque es un detalle gloriosamente intrascendente, caminaba en contra del tránsito y sonreía, lo que emocionaba al idiota porque es un loco rebelde de esos que no provocan nada pero...
Entre paso y paso elevaba sus manos al cielo pidiendo la ayuda de Guitar Brother’s (*), un trío de personajes que vio en una película oriental. Gritaba cosas pero poco se entendía. El idiota no se caracteriza por una buena dicción. El idiota se caracteriza por ser idiota. Ni más ni menos.
Con cara de urticaria llegó a la conclusión que la mejor forma de llamar a las ruedas era precisamente ruedas. Y por muy bonito que sonara paditroncitos guardaría la palabra para usarla en las paributrinas que tenía en casa, llenas de fofotilupis cromados. En celebración de su logro quiso tomar unas fotos. Sacó una digital no sé de dónde y se puso a tirar clicks para todos lados. El flash encandiló a varios conductores que tuvieron que sacar a relucir sus mejores piruetas para no atropellar al idiota, al enfermo de idiota. Una mujer, bastante agraciada por lo demás, se asomó por la ventana y le gritó al idiota. Le recordó que su madre no era una idiota, pero que igual, que era un conchadesumadre, un con-cha-de-su-madre; que porqué mierda no se fotografiaba el culo, que oye que está cagado Batman, que si tomai otra foto te hago tragar esas patas feas que tienes. Entre tanta cosa el idiota no decía nada Lo único que hizo fue morder una rebanada de pan molde que tampoco sé de dónde sacó. En el fondo el pobre no sabía que responder. La mujer retomó su viaje y el idiota se encogió de hombros, retomó la dirección correcta del camino, y lanzó por fin, en un perfecto español alterado: bah, hija de prulitrilla. Palabra que al idiota siempre le provoca una risita de grillo trolototo. El idiota dobló en la esquina y se fue a dormir a lo que él llama casa. Sus zapatos con forma de pie (esos que suena como taco) quedaron al lado de su cama, ese lecho con forma de un idiota sin zapatos con forma de pie. La escena siempre es tremenda y muy compleja de explicar. Como los días del idiota. Y yo, que lo sigo estudiando.


Noticia de último minuto

Por una sobredosis de bubugis, idiota murió como los que saben que son idiotas, desnudos, pero con orgullo y respeto. Los restos del tontorrón están siendo velados al costado de la estación Miramar del metro en Viña del Mar. Si desea llevar alguna colaboración, se agradece ser discreto en la entrada. Hay gente muy mal hablada que puede pensar que la cosa es negocio, y no. El idiota se merece un entierro digno. Y nosotros un digno fofotilupi con algunas chicas. Por favor, no nos juzgue.


Basado en un personaje real.


-(*) Guitar Brothers (de la película The funky Forest, First Contact / Katsuhito Ishii) video

domingo, 9 de agosto de 2009



Aún nada, Doctor. Parece que soy duro con las anestesias. Qué situación de mierda, ¿no cree? Todo por dármelas de pescador… Culpa del letargo, un escarabajo negro, un hilo. Y así no más. Algo le habrán contado. Una reacción en cadena estúpida. Una cosa lleva a la otra, ¿se entiende?
A ver, ¿le parece mejor si le suelto todo mientras tanto?
Katty, usted ya la conoció: mi novia. Habíamos comido recién y reposábamos escuchando algo de buena música en el living. Bueno, al rato ella se quedó dormida, y para mi sorpresa se abandonó al sueño con tal relajo que tenía la boca abierta de par en par. ¡Realmente abierta! Doctor, la escena era tan groseramente notable que necesité hacer algo... ¿se ha fijado esa lentitud tan pesada de después de almuerzo? Bueno, a eso me refiero: suspensión, fomedad. Ella se duerme y yo me quedo ahí, viéndola. Siempre es lo mismo. Y la contemplo con toda la paciencia del mundo, como gato a un canario enjaulado. Ha de ser porque, bueno, usted ya la vio: es increíble. Pero, en fin, ese día fue distinto. Verla así, en esa especie de grito mudo, me removió la costumbre. Asi que fui al jardín, busqué un escarabajo negro, lo amarré a un hilo y volví para juguetear con ella. Un plan del momento, ni sé cómo se me ocurrió.
Hasta ahí, bien. Me acomodé a su lado y dispuse el hilo – al bichito en realidad - verticalmente, entre su paladar y su lengua. La idea era no tocar nada, jugando con mi pulso o lo que sea, arriba y abajo, una y otra vez. Terrible, lo sé, pero en ese momento, créame, me resultó una genialidad. Y yo soy propenso a creer en genialidades, soy artista, y respondo a esos impulsos como si fueran golpecitos de corriente en las bolas. Como sea, yo la miraba desde arriba y subía y bajaba el hilito como si quisiera pescarla de entre los sueños. Es una teoría que tengo. Una metáfora en realidad: en los sueños uno es un pez, y despiertas cuando algo te pesca, sea realidad, sea un susto, sea lo que sea. A eso me refería con pescar. Y me acordé de eso mientras jugueteaba. Bien, el bichito negro movía sus patitas desesperado, y yo mordiéndome la boca para no aullar de gusto, Doctor. Llorando de la risa casi. Tratando de no despertarla. ¡Hacía tiempo no la pasaba tan bien!
Entonces pensé en una foto, dejar registro, asi que fui corriendo a buscar la digital. Cuando volví ella seguía igual. Y vuelta a la risa. Ahora más encima babeaba. A estas alturas yo estaba en trance, con las dos manos ocupadas: con una tenía el bicho y con otra la cámara. Parecía titiritero. Tomé una foto. No, en realidad fueron dos fotos. Y bien, ¿se da cuenta?, super bien hasta que, por motivos que aún no entiendo, por un movimiento extraño, ¡plum!, se soltó el bicho. Se soltó, rebotó con la lengua y se fue directo hacia la garganta ¡Se lo tragó! Entenderá usted que fue como si me dieran vuelta desde adentro. Ella despertó enseguida. Y como le decía: la pesqué del sueño, y con una carnada coleóptera. Abrió los ojos como pescado, inspiró horrible, y me pilló con el hilo a centímetros de su boca, con una expresión que, supongo, era de culpa y sorpresa. Y ahí ya me coroné como el imbécil del año: sin pensarlo me lancé como arquero hacia la derecha. Volé desesperadamente. No sé qué se me pasó por la cabeza. Fue una reacción estúpida de inercia, Doctor. Una reacción que me llevó directo a la esquina de la mesa de vidrio.
El golpe fue certero. Vi estrellas, cometas, fuegos artificiales. TODO lo que se imagine. Como en los monos animados. Y después la sangre, el ardor y el no entender nada. ¿Sabe lo peor? Debí quedarme quieto: ella ni siquiera se dio cuenta de mi experimento. ¿Y el escarabajo? supongo que en su sistema digestivo, desecho. A todo esto, ¿Es normal que la anestesia demore tanto?
En fin. Katty aún no entiende muy bien el accidente. Apenas pase la operación le contaré. Sí, tiene razón, pero cómo iba a saber que mi sed de genialidades me dejaría tuerto. ¡Cómo prever estas cosas! Sí… Doctor, creo que ya empieza a hacer efecto la anestesia… Gracias y mucha suerte, me conviene. Hablamos cuando… Claro, entiendo. Hablamos luego de la operación. Justamente, usted lo ha dicho, cuando sea yo el pescado.


Fin


texto e ilustración: Hugo Vera (el sin libro)

domingo, 2 de agosto de 2009


Está helado hoy. Bien frío. No como otras veces pero la punta de mis dedos se siente distinto. Escribo con guantes, de esos sin dedos que venden en la calle. Están motudos, pienso. Miro mi taza, voy a poner la tetera para tomar un té. En el Itunes suena Fernando Milagros, y en mi cabeza...


Ok, no es que sea el gran cambio, pero a mi me sirve: dejo tierragramas, se borra asi suazzz!, desaparece. Desde ahora me acerco a un espacio que comienza desde cero (suena tan cabrón decir "empezar desde cero", como si fuera retroceder o caerse al mar o perderse en un hoyo con monstruos o algo así). No tengo libro (pero sí un blog) es un blogspot hermano de tierragramas, pero el hermano mayor. Es decir, igual me da lata decir tantas cosas y ser rimbombante en exceso, tirarle flores a algo tan banal (Sobre todo si después no se cumplen expectativas), pero en serio, siento que acá el orden será algo primordial. Orden en el sentido estricto de publicación y dedicación. Incluso en ámbitos de imagen. No sé si se entiende. Conservaré la temática tierragramística. Sigue siendo un blog de relatos, pero aparte de sentirme más confiado de publicar ciertas cosas, hay un deseo de dejar algunas historias atrás. Por obligación, por capricho, por la gripe porcina si se quiere... Además, dicen que cambiar de orden sirve para despejar la cabeza. Bueno, esto fue una minga chilota: el blog fue transportado. Tan sólo que no crucé el mar, sino un par de direcciones.

Nuevos aires. Si yo me despejo se despejan mis relatos, mi entusiasmo, y ya basta, no? que ya fue suficiente de palabreríos tembleques. Por ahora es todo. En una semana una nueva historia de ficción.

Bienvenidos!