Aún nada, Doctor. Parece que soy duro con las anestesias. Qué situación de mierda, ¿no cree? Todo por dármelas de pescador… Culpa del letargo, un escarabajo negro, un hilo. Y así no más. Algo le habrán contado. Una reacción en cadena estúpida. Una cosa lleva a la otra, ¿se entiende?
A ver, ¿le parece mejor si le suelto todo mientras tanto?
Katty, usted ya la conoció: mi novia. Habíamos comido recién y reposábamos escuchando algo de buena música en el living. Bueno, al rato ella se quedó dormida, y para mi sorpresa se abandonó al sueño con tal relajo que tenía la boca abierta de par en par. ¡Realmente abierta! Doctor, la escena era tan groseramente notable que necesité hacer algo... ¿se ha fijado esa lentitud tan pesada de después de almuerzo? Bueno, a eso me refiero: suspensión, fomedad. Ella se duerme y yo me quedo ahí, viéndola. Siempre es lo mismo. Y la contemplo con toda la paciencia del mundo, como gato a un canario enjaulado. Ha de ser porque, bueno, usted ya la vio: es increíble. Pero, en fin, ese día fue distinto. Verla así, en esa especie de grito mudo, me removió la costumbre. Asi que fui al jardín, busqué un escarabajo negro, lo amarré a un hilo y volví para juguetear con ella. Un plan del momento, ni sé cómo se me ocurrió.
Hasta ahí, bien. Me acomodé a su lado y dispuse el hilo – al bichito en realidad - verticalmente, entre su paladar y su lengua. La idea era no tocar nada, jugando con mi pulso o lo que sea, arriba y abajo, una y otra vez. Terrible, lo sé, pero en ese momento, créame, me resultó una genialidad. Y yo soy propenso a creer en genialidades, soy artista, y respondo a esos impulsos como si fueran golpecitos de corriente en las bolas. Como sea, yo la miraba desde arriba y subía y bajaba el hilito como si quisiera pescarla de entre los sueños. Es una teoría que tengo. Una metáfora en realidad: en los sueños uno es un pez, y despiertas cuando algo te pesca, sea realidad, sea un susto, sea lo que sea. A eso me refería con pescar. Y me acordé de eso mientras jugueteaba. Bien, el bichito negro movía sus patitas desesperado, y yo mordiéndome la boca para no aullar de gusto, Doctor. Llorando de la risa casi. Tratando de no despertarla. ¡Hacía tiempo no la pasaba tan bien!
Entonces pensé en una foto, dejar registro, asi que fui corriendo a buscar la digital. Cuando volví ella seguía igual. Y vuelta a la risa. Ahora más encima babeaba. A estas alturas yo estaba en trance, con las dos manos ocupadas: con una tenía el bicho y con otra la cámara. Parecía titiritero. Tomé una foto. No, en realidad fueron dos fotos. Y bien, ¿se da cuenta?, super bien hasta que, por motivos que aún no entiendo, por un movimiento extraño, ¡plum!, se soltó el bicho. Se soltó, rebotó con la lengua y se fue directo hacia la garganta ¡Se lo tragó! Entenderá usted que fue como si me dieran vuelta desde adentro. Ella despertó enseguida. Y como le decía: la pesqué del sueño, y con una carnada coleóptera. Abrió los ojos como pescado, inspiró horrible, y me pilló con el hilo a centímetros de su boca, con una expresión que, supongo, era de culpa y sorpresa. Y ahí ya me coroné como el imbécil del año: sin pensarlo me lancé como arquero hacia la derecha. Volé desesperadamente. No sé qué se me pasó por la cabeza. Fue una reacción estúpida de inercia, Doctor. Una reacción que me llevó directo a la esquina de la mesa de vidrio.
El golpe fue certero. Vi estrellas, cometas, fuegos artificiales. TODO lo que se imagine. Como en los monos animados. Y después la sangre, el ardor y el no entender nada. ¿Sabe lo peor? Debí quedarme quieto: ella ni siquiera se dio cuenta de mi experimento. ¿Y el escarabajo? supongo que en su sistema digestivo, desecho. A todo esto, ¿Es normal que la anestesia demore tanto?
En fin. Katty aún no entiende muy bien el accidente. Apenas pase la operación le contaré. Sí, tiene razón, pero cómo iba a saber que mi sed de genialidades me dejaría tuerto. ¡Cómo prever estas cosas! Sí… Doctor, creo que ya empieza a hacer efecto la anestesia… Gracias y mucha suerte, me conviene. Hablamos cuando… Claro, entiendo. Hablamos luego de la operación. Justamente, usted lo ha dicho, cuando sea yo el pescado.


Fin


texto e ilustración: Hugo Vera (el sin libro)